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Ritos en los tiempos del covid19

Ilustración de William Blake: Libros proféticos. Ediciones Atalanta S.L.

Ritos en los tiempos del covid19

Señala J. Campbell que la empatía es un don de la naturaleza de aparición tardía en la evolución de las especies, abierto a favor de todos los seres vivientes. También afirma que la fuerza nuclear estructurada de los ritos, y por tanto de la sociedad, proviene de la toma de conciencia del ser humano de la inevitabilidad de la muerte individual y de la permanencia del orden social.

 

RITOS EN LOS TIEMPOS DEL COVID19

Si los mitos hacen referencia a la realidad, a historias verdaderas que han sucedido a lo largo de la historia de la humanidad y que continúan sucediendo, los ritos son actos ceremoniales que se repiten en una comunidad creando y recreando símbolos de pertenencia grupal, y casi siempre tienen un carácter protector.

Mitos y ritos son inseparables, por tanto, de la vida de una comunidad; nacen y se desarrollan en el seno de ésta, los ciudadanos se reconocen y participan de ellos generando y consolidando una conciencia colectiva al tiempo que honran aquello que se valora socialmente. Sin embargo, hay épocas en las que los caminos de la sociedad y de su mitología se separan; los mitos, junto con sus ritos, pierden el sentido que tenían, dejan de representar valores compartidos, se transforman en algo vacío y acartonado, se desvitalizan, y pasan a ocupar una zona invisible de la vida, dando la impresión de haber desaparecido. Pero no es así, solo han pasado a un estado de hibernación a la espera de que se den las circunstancias adecuadas para reaparecer con su sentido original renovado, pero con una forma distinta.

Ilustración de William Blake: Libros proféticos. Ediciones Atalanta S.L.

Ilustración de William Blake: Libros proféticos. Ediciones Atalanta S.L.

Me gustaría reflexionar sobre dos de los ritos que, a mi modo de ver, la pandemia de Covid19 ha sacado a la luz: uno es un rito de purificación que se expresa en el lavado de manos (los ritos de purificación se celebran siempre por medio del agua), y el otro es un rito de conmemoración de la vida y de sus héroes, materializado en los aplausos diarios de las ocho de la tarde.

El lavado de manos se impone como eje central de nuestro día a día. Hay una estructuración general, dictada por las autoridades sanitarias, que establece cuándo debemos lavarnos las manos (cada vez que volvemos de la compra lo primero que hemos de hacer es lavarnos las manos y/o los guantes que hayamos utilizado así como las mascarillas, pero también siempre que vayamos a manipular alimentos o después de hacerlo, o antes y después de la ejecución de cualquier otra tarea cotidiana que hasta ahora no habíamos ligado con la higiene), cómo hay que hacerlo (con agua caliente y jabón o alcohol hidrolizado las manos, y con lejía diluida en agua la limpieza de suelos, pomos de puertas y demás), y cuánto tiempo debe durar (un mínimo de treinta segundos). Además, cada uno de nosotros añadimos, en función del carácter más o menos aprensivo o hipocondríaco que tengamos, una estructuración particular: podemos limpiar la bolsa o carrito en el que transportamos la compra, los envases de cada producto, los pomos de las puertas, la ropa con la que hemos salido, los zapatos y el suelo en el que hemos pisado con estos antes de ponernos las zapatillas de andar por casa, etc.

El lavado de manos que ejecutamos tantas veces a lo largo del día es un rito individual, se realiza en el espacio interior que es la casa de cada uno y nos viene impuesto desde fuera por las autoridades sanitarias; por otra parte tiene que ver con la supervivencia individual pero también con la del grupo del que formamos parte, en la medida en que todos somos potenciales transmisores, lo que nos hace corresponsables de la salud de la comunidad, y, como he dicho antes, tiene una máxima estructuración.

El rito de los aplausos, por el contrario, es un rito que muestra una mínima estructuración, probablemente solo están marcados el momento de llevarlo a cabo y su duración, a las ocho de la tarde durante cinco minutos. Es un rito espontáneo, natural, que surge de los individuos que conforman el grupo y no de la autoridad, por tanto profundamente emocional y colectivo, pues se lleva a cabo en el espacio público que componen balcones y ventanas, y todos participamos en él al mismo tiempo. Los aplausos, y éste es para mí el aspecto más relevante, nos devuelven el sentimiento de comunidad que habíamos perdido a favor de un individualismo atroz; con ellos reconocemos a los héroes, aquellos que con su trabajo nos protegen del peligro aun exponiéndose a su amenaza, quienes asumen su responsabilidad para con ellos mismos y para con la sociedad afrontando el destino, por unos elegido y por otros no: sanitarios en toda su escala, policías y bomberos, personal del transporte público, limpiadores, trabajadores del sector de la alimentación, repartidores…, todos ellos se configuran en el imaginario colectivo como héroes, mostrando, así, que el mito ha hallado finalmente el camino de vuelta de la hibernación y la forma apropiada para manifestarse.

El momento de los aplausos representa una experiencia de comunión casi mística con nuestros conciudadanos, pero también de encuentro festivo, pues es una celebración de la vida a través de la muerte en la que los dos polos antagónicos se unen brevemente por medio de saludos a vecinos a los que nunca habíamos visto y de los que ahora nos despedimos con un “hasta mañana”, o de un tema musical que alguien pone a todo volumen para señalar el inicio del rito, o de una canción significativa coreada por todos (los micro-ritos dentro del rito). Mi calle es corta, une dos grandes vías y por ella pasan dos autobuses urbanos, dándose la casualidad de que a las ocho de la tarde coinciden ambos en su recorrido, uno detrás de otro; bien, pues estos vehículos se han configurado, también de manera espontánea, como un elemento estructural más del rito y es que los conductores, provistos de guantes y mascarillas, disminuyen su velocidad y hacen todo el trayecto tocando el claxon, lo que provoca la intensificación de los aplausos en un gesto de reconocimiento mutuo, de nosotros hacia ellos y de ellos hacia nosotros.

Señala J. Campbell que la empatía es un don de la naturaleza de aparición tardía en la evolución de las especies, abierto a favor de todos los seres vivientes. También afirma que la fuerza nuclear estructurada de los ritos, y por tanto de la sociedad, proviene de la toma de conciencia del ser humano de la inevitabilidad de la muerte individual y de la permanencia del orden social. Creo que los dos ritos que actualmente marcan nuestra vida, el lavado de manos y los aplausos conmemorativos, sacan a la luz estos dos aspectos, pues hay en ellos un aflorar del sentimiento de pertenencia a una misma especie y una toma de conciencia de que nuestra supervivencia individual pasa por la supervivencia del grupo, nunca fuera; ambos aspectos deberían movernos hacia la solidaridad, pero ¿sobrevivirán al final de la pandemia promoviendo un cambio profundo de la sociedad o se nos olvidarán, una vez pasado el peligro, y volveremos al mundo insolidario y egoísta en el que hemos estado instalados durante décadas?

Colaboración de la psicóloga y socióloga Carmen Alonso Echanove
Bibliografía consultada:

  1. Campbell (2013): Las extensiones del espacio interior, Girona, Atalanta.
  2. Campbell ([1972]1993): Los mitos, su impacto en el mundo actual, Barcelona, Kairós.
  3. Collins (2009): Cadenas de rituales de interacción, Barcelona: Anthropos (e.o. 2005).
  4. Eliade (2014): Lo profano y lo sagrado, Barcelona, Paidós.
  5. Eliade (2010, 3ª edición): Mitos, sueños y misterios, Barcelona, Paidós.
  6. G. Jung ([1995] 2012): La Transformación de la Libido, en Símbolos de Transformación, Obras Completas, Vol. 5, Madrid, Trotta, S.A.

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