
01 Mar Confiar en el ritual y lo mágico, sólo, no vale.
Muchas veces creemos que si seguimos fielmente un ritual, o a un maestro, o una enseñanza, ya estamos por encima de los demás y fuera de peligro de que, en un momento dado, cualquier suceso exterior o emoción nos traicione y nos haga comportarnos como el peor de los humanos. No hay que dejar todo en manos de lo de fuera. Sólo vale el trabajo que hace uno mismo segundo a segundo. Lo demás son herramientas que nos ayudan pero que no sirven si no se van llenando de un contenido sólido.
Gárgola de una iglesia de Valladolid
EL ADORADOR DEL DRAGÓN
La gran afición del aristócrata Ye venía probablemente de su nacimiento. Según el Zodíaco chino, vino al mundo cuando reinaba el signo más fuerte de los doce animales que conforman el horóscopo chino. No sólo nació en el año del Dragón, sino, curiosamente, también con el ascendente de ese animal mitológico. Adoraba ese signo legendario como algo propio de su esencia existencial. Los techos de su residencia se remantaban con dragones tallados. Todos los muebles de la casa estaban decorados con imágenes de ese animal omnipotentete. Su fabulosa colección de figuras de dragón era indudablemente la mejor de todo el imperio. Y como si la profusa presencia del animal en su casa no fuera suficiente, adornó todas sus prendas con bordados o estampaciones de dragón, se casó con una mujer del mismo signo, doce años más jóven que él, eligió la servidumbre únicamente entre las doncellas nacidas con el mismo signo de su preferencia. Dragón, que vivía en el cielo, se enteró de su gran afición; conmovido y agradecido descendió a la Tierra para visitarlo. Entró en el salón y lo encontró disfrutando de una preciosa pintura titulada «Nueve dragones entre nubes» Pero cuando sintió la presencia de algo raro en su casa, por el vaho helado y magnético que exhalaba el animal todopoderoso, se puso pálido. Su terror creció desmesuradamente cuando vio de soslayo las escamas de un cuerpo ondulante y escarchado. Se desmayó bañado en sudor frío.
El rey Dragón se desilusionó:
-¡Conque sólo te gustaba la representación de mi especie! Cuando ves al dragón de verdad, te mueres de pánico.
Del libro: 101 cuentos clasicos de la China. Recopilación de Chang Shiru y Ramiro Calle. Arca de Sabiduría. Editorial EDAF.